Por: Dayana Pereira

Uno de los grandes desafíos de la crianza es poder acompañar y contener los llamados “berrinches” o “rabietas” de los niños, ya que el entorno suele ejercer presión sobre los padres para que controlen de inmediato el comportamiento de sus hijos. Ante una situación de estrés como la descrita, conviene tener identificados nuestros objetivos de crianza y el tipo de relación que queremos establecer con nuestros hijos, esto facilitará un abordaje cálido y respetuoso centrado en su bienestar. 

La disciplina positiva ofrece una alternativa no violenta y con resultados favorables a corto y largo plazo, ya que se basa en un modelo de interacción que permite brindar seguridad, contención y directrices claras, ajustadas a las necesidades específicas de cada niño. 

Como padres, es fundamental comprender que detrás de esos “berrinches” o “rabietas”, hay una desregulación emocional, una dificultad para identificar y gestionar las propias emociones que se manifiestan en reacciones y conductas intensas y desmedidas tales como: -Episodios de irritabilidad 

-Gritos y llanto 

-Conductas impulsivas 

-Poca flexibilidad para comprender o adaptarse a situaciones nuevas 

-Baja tolerancia a la frustración 

También es importante considerar que el nivel madurativo, el temperamento y el ambiente juegan un rol fundamental en la capacidad de regular las emociones: 

1) El nivel madurativo del niño, nos indica qué podemos esperar de él según la etapa del desarrollo en que se encuentra, su nivel de autonomía, capacidad para seguir instrucciones, presencia del lenguaje verbal. El niño responde desde sus capacidades. 

2) El temperamento, cada niño nace con una forma particular de vivenciar y manejar las experiencias (nivel de actividad, regularidad, adaptabilidad, intensidad) que influye de manera significativa en cómo reacciona ante determinadas situaciones. 

3) El ambiente, la familia representa el principal modelo en el reconocimiento y gestión de las emociones así como en la organización del comportamiento. Somos responsables de modelar la conducta que queremos enseñar a nuestros hijos (Durrant, 2013).

Comprender cómo piensan y sienten los niños según la etapa del desarrollo en que se encuentran, identificar los objetivos a largo plazo (cómo quiero que sea mi hijo/a en la edad adulta), brindar calidez y estructura son algunos pilares en los que se fundamenta la Disciplina Positiva, desde allí podemos desarrollar herramientas que nos permitan afrontar con asertividad, respeto y empatía los retos que conlleva la crianza. 

Referencia Durrant, J. E. (2013). Disciplina Positiva en la Crianza Cotidiana. Estocolmo: Save the Children.