Por: Ximena Carquez

Nuestro cuerpo está formado por materia y energía. Dos palabras que solemos escuchar con frecuencia y que no siempre son fáciles de definir, pero podemos esbozar que la energía mueve la materia y que, a través de la materia se evidencia la existencia de eso que llamamos energía. Para el cuerpo es de suma importancia el fluir de la energía: digamos el alimento digerido, el aire respirado, como ejemplos básicos. Es vital que dichos elementos pasen a través de sus respectivos procesos para poder aprovechar al máximo la energía que nos ofrecen. Esto, que puede sonar simple pero lleva consigo toda una red compleja en su funcionamiento, forma parte del gran sistema en movimiento que es nuestro cuerpo. Nos estamos moviendo todo el tiempo, incluso cuando nos percibimos en quietud.

Al respirar, no solo oxigenamos cada célula que nos compone, la respiración permite que los órganos de la cavidad abdominal y torácica se muevan y se lubriquen, se tonifiquen, es un masaje que nos damos desde adentro y aunque ella sucede involuntariamente, tenemos también la posibilidad de ayudarla a ser más honda, de hacer ese masaje más profundo.

Movernos, permite que se diluyan congestiones ocurriendo el paso más liberado del fluido en cuestión, aire, sangre, linfa, alimento, desechos, toxinas. Esto es válido para todo cuerpo vivo.

Al reconocer la responsabilidad que tenemos sobre nuestra salud podemos tomar decisiones que nos brinden mayor bienestar desde una escucha consciente hacia el cuerpo que somos.

Es común (no es norma, pero es común, al menos en nuestra sociedad) que para las personas adultas no relacionadas con disciplinas o áreas de trabajo corporal, sea más difícil tener algún espacio en donde puedan explorar, fortalecer, incorporar y conocer su movimiento, su cuerpo. Por ello creo que es preciso promover la apertura de espacios de movimiento corporal para adultos mayores como un aporte importante para el cuido y mejoramiento de su salud, física y por lo tanto también psíquica. Permitiendo, a partir de la práctica, ampliar su repertorio de movimiento, reconocer los caminos que les ofrece el cuerpo para cuidarse a sí mismo, y apropiarse de sus posibilidades para estar mejor.